Vimos aquí que, por un lado, no existe ‘la realidad’ sino más bien ‘nuestra experiencia personal de la realidad’, significativamente moldeada por diversos filtros mentales —prejuicios, creencias y vivencias— que distorsionan nuestra percepción. Y, por otro lado, vimos también que las palabras pueden alterar el estado de ánimo.
Una de las principales vocaciones de la Programación Neurolingüística (PNL) es expandir nuestra representación personal de la realidad. La propuesta de esta corriente, que estudia la conducta y la comunicación humanas, consiste en la formulación de preguntas que ponen en tela de juicio nuestras afirmaciones.
El resultado es un mejor autoconocimiento y una mejor comunicación.
Cómo cuestionar lo que nos decimos a nosotros mismos
Es posible atenuar los filtros que distorsionan nuestra comunicación intrapersonal poniendo en tela de juicio lo que nos decimos en nuestro diálogo interno.
Cuando me digo: «No debería ir al cine en domingo», estoy limitando mi observación.
Podría preguntarme: «¿En qué circunstancias no debería ir al cine en domingo?»
Preguntas como esta ayudan a concretar a qué acciones o situaciones nos referimos.
Cuando me digo: «La decisión de marcharme me hace imposible trabajar», estoy distorsionando el lenguaje, en este caso, de tal manera que mi elección se convierte en una imposición.
Podría preguntarme: «¿Acaso no he sido yo quien ha tomado esa decisión?»
Preguntas como esta ayudan a desanudar distorsiones mentales, desafiando el uso que hacemos del lenguaje: como vemos en el ejemplo de arriba, transformando un verbo en primera persona en un sustantivo.
Cuando me digo: «El deporte en verano me sienta mal», estoy obviando información importante.
Podría preguntarme: «¿Qué es exactamente lo que me sienta mal al hacer deporte en verano?»
Preguntas como esta evitan que omitamos información sobre la relación causa-efecto que mantienen los dos fenómenos.
Si, incluso tras cuestionarme, me respondo una y otra vez generalizando, distorsionando u omitiendo información es que me he topado con una creencia que me limita mentalmente. Reconocer estas respuestas internalizadas de manera inconsciente es el primer paso para librarme de ellas.
Cuestionar lo que decimos a los demás
También es posible, mediante preguntas clave, atenuar los filtros que distorsionan nuestra comunicación interpersonal.
Cuando le digo a alguien: «Sé lo que te conviene» estoy haciendo asunciones sin tener evidencia sobre lo que piensa la otra persona.
Podría preguntarme: «¿Cómo puedo saber lo que es bueno para otra persona sin confirmarlo con ella?»
Preguntas como esta nos ayudan a aclarar quién define la acción y hasta qué punto es cierta.
Cuando le digo a alguien: «Obviamente, en verano no se usa lana», el empleo del adverbio «obviamente» sugiere que estoy compartiendo una verdad universal.
Podría preguntarme: «¿Para quién es válida esta afirmación?»
Preguntas como esta nos ayudan a añadir información importante, como por ejemplo, quién emite la opinión.
Cuando le digo a alguien: «Eres una persona sin voluntad» estoy haciendo una generalización.
Podría preguntarme: «¿Es siempre cierto, en todas las circunstancias, que esta persona actúa sin voluntad?»
Preguntas como esta desmontan las generalizaciones porque fomentan buscar excepciones y contraejemplos que limitan el alcance de lo que afirmo.
De la misma manera, aplicar estas preguntas a lo que nos dicen los demás puede ayudarnos a minimizar que nos tomemos las cosas de manera personal y a ver que los comentarios de los demás son el reflejo de sus creencias, aprendizajes y experiencias. A veces, lo que condiciona las palabras que nos dicen los otros puede ser algo tan ajeno a nosotros como la dificultad para expresarse causada por una noche de insomnio.
Los patrones de preguntas que nos ofrece la Programación Neurolingüística (PNL) mejoran el autoconocimiento y la comunicación. Su puesta en práctica fomenta un uso más preciso del lenguaje, reduciendo las generalizaciones, las presuposiciones o la omisión no consciente de información clave.
Si quieres saber más sobre el Metamodelo del lenguaje propuesto en los años 1970’s por Richard Bandler y John Grinder pincha aquí.
Este texto ha sido editado por Isabel González-Gallarza, correctora de estilo y traductora de más de cien novelas publicadas en las más prestigiosas editoriales.
Foto: Canva
Pues efectivamente, yo caigo mucho en la generalización y pensándolo bien, merecería la pena considerar lo que vamos a comunicar y tratar de ver si no existe una mejor forma de hacerlo. Especialmente cuando hablamos con nuestros hijos, muchas veces caemos en la tentación de generalizar y de no darnos el tiempo de mejor transmitir lo que queremos decirles.
Qué importante es poder comunicar efectivamente en el entorno laboral, aunque allí generalmente suelo ser más consciente del impacto que pueda llegar a tener un mensaje y lo cuido más.
Muchas gracias por este post!
Gracias a tí, Ana. Todos generalizamos y pasamos por alto la objetividad, sobre todo como dices en el ambiente familiar.